ERNESTO LECUONA es el compositor y pianista más universal de Iberoamérica. Voluptuosas sonoridades lograron sus manos, moviéndose entre lo culto y lo popular con la maestría de un viejo orfebre, trocando en joyas la salvaje belleza de los ritmos africanos o la fina armonía hispana. Eran aquellos tambores que escuchaba desde la ventana en su casa habanera de la niñez, que los trasladaba a las partituras clásicas en el piano del salón de su casa.
Su originalidad como compositor ha eternizado zarzuelas, danzas, valses, y más de una canción salida de sus manos casi corre la suerte de convertirse en el himno de una época.
Iberoamérica lo veneró siempre y el mundo lo aclamó. Japón descubre en la década del 40, gracias a la música de ERNESTO LECUONA, que en el planeta existe una isla llamada Cuba. Hollywood se rinde a sus pies, recibe un Oscar y pone banda sonora a
las películas. En España los andaluces lo premian con el título de hijo adoptivo. No en vano, Andalucía es gran inspiradora de su obra. Mientras, en Madrid, la Gran Vía se vuelve un hervidero de gente deseosa de levitar con su música. Estados Unidos, Argentina, México y un sinfín de países, cada año se disputan entre sí la posibilidad de contratar al maestro Lecuona para la próxima temporada de conciertos.
Pero el éxito no empaña la rara modestia de este genio, mucho menos su disposición a la filantropía. A lo largo de su vida descubre jóvenes talentos que el tiempo convierte en grandes artistas de la escena cubana y extranjera.
Nueva York lo aclama y acoge su féretro en el Cementerio Gate of Heaven tras fallecer en las Islas Canarias de sus orígenes.
PLAYING LECUONA es el merecido homenaje que nunca recibió.